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sábado, 25 de mayo de 2013

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Cuando la conocí las lágrimas de los dioses se llenaron de luz, y solas se recogieron queriendo sustituir la naturaleza de la luna. Al lado del sol dejé todas mis estructuras y cegado por él me edifiqué una nueva luz a fuerza de su envidia.
Mi alimento, que ya no provenía de él, se fue acoplando a lo que generaba su sonrisa y por su complacencia fui redefiniendo sus sentimientos a las coordenadas que su naturaleza le dictaba mientras comenzaba a amarme.
Las horas se dibujaban sin tener sentido de ellas y comprendí la ausencia de la realidad y la vigencia de la filosofía.
Construyendo una teoría sobre la posesión de sus manos mis ojos se extendían  hacia donde su memoria llegaba y de ella tomaba un solo vínculo que hacia mi corazón se dirigía
Cuando dormía la espiaba y todos los astros alrededor aparecían queriendo atraer su naturaleza mientras la defendía. Sus sueños eran una guerra para mí de la que me sentía orgulloso por preparar una madrugada digna que sirviese de bálsamo a su amor
Ver sus ojos despiertos era profundizar en una segunda naturaleza que rectificaba los paralelos de la tierra para dotarla de un arcoíris interminable, esa mirada me concedía la inconsistencia de la verificación del sentido objetivo y una introspección instantánea a un instinto totalizador.
La amaba, y en esa sensación mi vigencia oscilaba, desde el cielo hacia la tierra, amando el aire en su alma y la belleza en su cuerpo

Realmente la amaba, y cuando correspondía me intercambiaba al azar para sentirme distinto y poder experimentar la ausencia de suerte cuando quería verificar su coincidencia.
La amaba y la sentía, y la estructura del sol ya no me lo permitía, cegado la perdí y con ella toda su melodía, ahora de noche la luna disuelve su armonía...

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